Es sencillo para todos afrontar situaciones ficticias, supuestos, hechos pasados y tomas de decisiones que no nos afectan directamente. Pero cuando nos encontramos delante de un caso real, manejar las emociones y gestionar nuestros impulsos suele ser más complicado de lo que inicialmente habíamos imaginado.
Por lo que es lógico hacerse la siguiente pregunta sobre el autocontrol. ¿Somos capaces de prepararnos para ello o es algo innato?
Walter Mischel, un legendario psicólogo, decide realizar un experimento en los años 60 relacionado con el tema. Las directrices de este son muy sencillas. Un niño recibe una golosina y una instrucción clara: se puede comer la golosina de inmediato o esperar cinco minutos y comerse dos golosinas. ¿Qué hará? ¿Y qué indica su decisión acerca de su comportamiento futuro?
El estudio de la golosina dio pie a estudios sucesivos. El primero de ellos fue 10 años más tarde, para evaluar qué resultados se podían extraer de las vidas de los niños que habían sido capaces de esperar y demorar la recompensa.
El resultado es que aquéllos que mostraron un mayor autocontrol, cedían menos a las tentaciones, tenían mayor capacidad de concentración, eran más independientes y mostraban más seguridad en su toma de decisiones. También eran capaces de ser más previsores y planificar a largo plazo, lo que sumado a una motivación los hacia más capaces de perseguir sus metas.
Conseguir dominar este proceso nos brinda la posibilidad de desechar la menor recompensa inmediata y efímera, para centrarnos en mayores beneficios a largo plazo.
La buena noticia es que prepararse y educarse para realizar el autocontrol es posible. Debemos de intentar quitar fuerza a lo inmediato para acercar lo máximo posible nuestra mente a las consecuencias lejanas. De esta manera conseguimos un comportamiento más reflexivo y racional que nos capacita para poder medir mejor las consecuencias a largo plazo.
Esta práctica puede ayudar mucho en nuestro día a día, desde la dieta hasta dejar de fumar, toma de decisiones vitales importantes, planear la jubilación o invertir.
Si profundizamos en el aspecto económico, la capacidad de renunciar a ciertos impulsos en el ahora, nos permite poder destinar una parte de nuestros ingresos al ahorro. Nuestra vida está llena de oscilaciones y circunstancias diversas, y los mercados financieros no son una excepción. La volatilidad nos acompaña en todos los aspectos de nuestras vidas, por lo que no podemos dejarnos llevar por el primer estimulo que genera: la incertidumbre y el desasosiego.
Si somos capaces de silenciar ese miedo a corto plazo provocado por la incertidumbre y nos centramos en seguir un procedimiento de inversión claro y centrado en premisas claras (solidez de las compañías, con altas barreras de entrada, balances sólidos, elevada generación de caja, un equipo directivo de calidad y una valoración razonable), seremos capaces de eludir el ruido y aspectos emocionales que nos afectan en el corto plazo para poder disfrutar en un patrimonio constituido para darnos una estabilidad el día de mañana.
Para un inversor prudente, el factor que debe prevalecer es el concepto de inversión de largo plazo, para ello se necesita el conocimiento y los datos objetivos. En el corto plazo influyen mucho más las emociones del conjunto de los inversores. Pero más que un problema, esto puede ser una ventaja: la irracionalidad de los inversores a corto plazo ofrecerá muchas oportunidades para invertir.
En EDM creemos que solo las empresas “crean valor” a largo plazo gracias al crecimiento de sus beneficios. Por eso practicamos el oficio de invertir sin especular. Esto nos permite a la hora de invertir en el contexto actual, recordar que incluso en los momentos de mayor pesimismo, el mundo no se acaba.
Alejandro Cárdenas
