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Batiendo a Wall Street, de Peter Lynch

Batiendo a Wall Street, de Peter Lynch

La mejor gestión del riesgo empieza por saber en todo momento en qué estamos invirtiendo y por qué.

Peter Lynch es un conocido inversor con uno de los mejores rendimientos anualizados de los que se tienen registro. Siendo gestor del Magellan Fund, un fondo de 100% renta variable, logró un retorno anualizado del 29% entre 1977 y 1990, que además fue un periodo de enorme volatilidad. Sin embargo, lo más singular de este episodio es que pese a esta elevadísima tasa de retorno, sorprendentemente (o quizás no tanto), más de la mitad de los partícipes del fondo perdieron dinero.

Cuando el fondo tenía fuertes subidas, experimentaba grandes entradas por parte de los partícipes que no querían perderse la fiesta. Cuando los mercados corregían de forma igualmente intensa, estos partícipes vendían, muchas veces con pérdidas, al no poder soportar estas oscilaciones, para luego trágicamente volver a entrar a precios más altos.

Una cosa es el rendimiento del fondo, otra historia bien distinta es el rendimiento de los partícipes.

Este episodio marcó enormemente a Lynch, que es quizás uno de los autores que mejor ha retratado el comportamiento medio de los inversores y ha abogado por que no se necesita una gran sofisticación para batir a los mercados. Esta rica experiencia se plasmó en su libro ya clásico, Batiendo a Wall Street.

Uno de los principales mensajes de Lynch para el inversor a largo plazo es el de centrar su cartera financiera en acciones, con diferencia el activo más rentable en cualquier plaza bursátil y también más sencillo de entender y valorar que los complejos bonos. De su experiencia, Lynch también recomienda mantenerse alejado de los productos estructurados y derivados (operaciones en corto), donde rara es la vez en la que el riesgo asumido está debidamente compensado.

Siendo consciente de la amplitud de los mercados de acciones, Lynch aconseja siempre buscar donde nadie mira, condición sine qua non para dar con valoraciones atractivas, además de los momentos en los que Mr. Market entra en pánico o corrige por cualquier motivo. Pero una valoración atractiva – no necesariamente medida por el PER –, no es suficiente. Es necesario también dar con buenos negocios.

Medir la calidad de un negocio es un arte. Consiste en estimar con la información limitada con la que contamos cuáles serán los flujos de caja libre (FCF) de una compañía (elemento central en el análisis fundamental de cualquier acción). En este sentido, Lynch sugiere analizar empresas de las que usamos sus productos y servicios desde hace tiempo como un buen punto de partida para identificar este tipo de negocios. Lynch señala que, si nos gusta el producto, probablemente nos guste también el negocio.

Otra idea principal, común a otros grandes inversores como Warren Buffett, es su obsesión por invertir en negocios que sean entendibles. Lynch recomienda invertir sólo en aquellas empresas de las que sepamos explicar a un tercero cómo ganan dinero, absteniéndonos de invertir en negocios complejos que escapen a nuestro entendimiento.

La mejor gestión del riesgo empieza por saber en todo momento en qué estamos invirtiendo y por qué.

El libro de Lynch comparte también algunas advertencias para el inversor ante determinados comportamientos a evitar, señales que nos pueden ayudar a detectar valores que pueden no ser una buena inversión: compañías que se gastan cantidades ingentes de dinero en gastos de representación o en una sede corporativa vistosa, falta de alineación de los directivos con los accionistas (“skin in the game”), técnicas contables complejas, entre otros.

Un buen libro de sabiduría práctica sobre mercados financieros para todos los públicos.

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