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Algunos errores a la hora de invertir

Algunos errores a la hora de invertir

En algunos casos, los inversores ni siquiera tienen un conocimiento superficial de los activos en los que invierten, guiando sus decisiones por consejos de terceros o lo que leen en prensa.

La obtención de buenos resultados en los mercados financieros no es tarea fácil ni sencilla. Se trata de una empresa plagada de obstáculos, donde muchas veces y por diferentes motivos tanto el inversor novel como el gestor más experimentado pueden caer en la trampa de pensar que uno puede enriquecerse rápido, quizás el mito más popular y extendido sobre la Bolsa. Pero hay otros.

Uno de los errores más habituales a la hora de invertir en Bolsa es el de estar más preocupado en el momento en el que se invierte (market timing), en vez de centrarse en la calidad de los activos en los que se va a invertir. En algunos casos, los inversores ni siquiera tienen un conocimiento superficial de los activos en los que invierten, guiando sus decisiones por consejos de terceros o lo que leen en prensa, sin que en el proceso de decisión se incluya un análisis detallado de la solvencia del subyacente en el que se invierte. Este desconocimiento de los activos en cartera, ya sean valores o fondos, hace que cuando los mercados caen uno sienta una mayor tentación de vender al no disponer el inversor de ninguna convicción de inversión a la que agarrarse. De esta forma, es habitual que muchos inversores entren cuando el mercado sube, animados por la euforia (comprando típicamente los valores que más suben), para luego vender cuando la tendencia se revierte, dominados por el pánico.

Otro error común es guiar las decisiones de inversión únicamente por la existencia de un PER (relación entre el precio y los beneficios) bajo. De esta forma, aunque si se incluye la valoración en la toma de decisión, esta no se compara con la calidad y los fundamentales del negocio, descuidando el hecho de que un PER bajo (valoración ajustada) no siempre es sinónimo de oportunidad. Una valoración deprimida puede obedecer a varios motivos: se puede tratar de una compañía con problemas (como una caída secular en sus ventas), un apalancamiento sobre dimensionado, la empresa puede tener riesgos ocultos (como pleitos en curso), ser un negocio muy dependiente del ciclo económico o tener que operar en un mercado con márgenes más estrechos.

No diversificar de forma adecuada es otro de los errores habituales entre inversores. En algunos casos, el inversor simplemente descuida tener una cartera debidamente diversificada; en otros, se genera la falsa ilusión de una diversificación, que no es tal por tener una cartera en activos financieros de naturaleza y comportamiento similar. Igualmente lesivo es el de diversificar en exceso – disparar a todos lados -, lo que da lugar a carteras dispersas.

Por último, está el error de olvidarse del largo plazo a la hora de invertir. Al final, el rendimiento del capital es resultado de nuestra participación como proveedores de capital del proceso de creación de riqueza en las compañías en las que depositamos nuestra confianza como inversores. Un proceso que, por definición necesita tiempo, lo que exige paciencia a los inversores. La volatilidad en los precios, de forma frecuente asusta al inversor y lo empuja a la acción. De esta forma, los inversores se dejan llevar por el impulso de comprar y vender, tratando de navegar estas oscilaciones en los precios, impredecibles a corto plazo. Estos bandazos suelen ser garantía de obtener resultados mediocres y generar gran frustración. El buen inversor es diligente en la selección de activos y paciente a la hora de obtener los resultados.

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