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Lecciones de 2020

Lecciones del 2020

El año de pandemia que dejamos atrás ha supuesto una dura prueba de esfuerzo en todos los ámbitos y por ello también ha sido un año especialmente intenso en aprendizajes.

El año de pandemia que dejamos atrás ha supuesto una dura prueba de esfuerzo en todos los ámbitos y por ello también ha sido un año especialmente intenso en aprendizajes.  Por otro lado, el coronavirus ha actuado como un potentísimo acelerador de tendencias, comprimiendo el tiempo, hasta el punto que podemos decir que 2020 en muchos aspectos ha supuesto un trienio: hemos vivido un confinamiento sin precedentes, la mayor caída en las Bolsas de la historia por intensidad, para luego asistir a un igualmente histórico estímulo fiscal y monetario. El Covid como “acelerador de tendencias” se ha hecho notar en el ámbito tecnológico, con el avance de la digitalización en todos los sentidos, en los hábitos de consumo y demandas de los consumidores, en el ámbito de la sanidad (pongamos en valor el milagro de que la ciencia ha sabido dar con una vacuna en tiempo récord), o incluso en el escenario geopolítico. En el ámbito específico de la inversión, la intensa volatilidad sufrida durante el ejercicio que dejamos atrás ha servido para reforzar muchos de los principios que guían nuestro estilo de inversión.

Uno de ellos es la importancia de estar (por lo general) siempre invertidos –siempre en relación al capital que no necesitamos en el corto plazo–, empleando el tiempo y la energía en seleccionar buenos negocios a valoraciones razonables, y no tanto en tratar de anticipar los cambios en los vaivenes de los mercados, impredecibles por definición.

En particular 2020 nos ha recordado un hecho a veces olvidado por los inversores y es que con frecuencia, incluso en el hipotético caso de que uno fuera capaz de anticipar el rumbo de los asuntos económicos y políticos, eso no implica necesariamente acertar con la tendencia en los parqués.

Imaginemos que estamos a principios de año, y sabemos de antemano que habrá una pandemia global que obligará a un severo confinamiento global, con un impacto nunca visto sobre los flujos comerciales y la actividad económica en todo el mundo. Ante este escenario, lo cierto es que pocos hubieran sido capaces de anticipar que finalmente el rumbo de los mercados financieros iba a ser ascendente. Al margen de este episodio para la reflexión, 2020 nos deja otras valiosas lecciones que refuerzan nuestro estilo de inversión.

La crisis del Covid-19 ha subrayado que la mejor protección contra la imprevisibilidad de los mercados a corto plazo es la inversión a largo plazo en activos de calidad. Por activos de calidad entendemos negocios rentables (con una elevado retorno sobre el capital invertido), en crecimiento, con sólida generación de caja (disponibilidad de recursos propios para invertir y crecer), con un balance saneado (poca deuda), y un equipo directivo alineado con los accionistas, competente y honesto. En esta lista no figura el dividendo, por ejemplo, ya que sí bien su existencia puede ser atractiva en cuanto encaje con nuestro perfil de riesgo, no es sinónimo de calidad; como tampoco lo es necesariamente un PER bajo, al existir trampas de valor, esto es compañías que si bien tienen una valoración deprimida, ésta se explica por causas objetivas.

Otra gran lección de este tumultuoso año es poner destacar la enorme ventaja que puede llegar a suponer la volatilidad de los mercados para el inversor en valor y orientado al largo plazo. Como ha recordado alguna vez Warren Buffett, los mercados son muy impredecibles en el corto plazo, y muy predecibles en el largo. Quién en marzo y abril mantuvo la cabeza fría, y sabía en qué estaba invertido, debería de haber estado tranquilo al saber, una vez más, que el tiempo le daría la razón: en diciembre su cartera ya volvía a estar positiva en el año. Quién además tiene el hábito de ir invirtiendo de forma periódica o tenía algo de liquidez, y pudo invertir durante esa ventana de tiempo, Mr. Market le permitió entrar en negocios fabulosos por la mitad o incluso menos de su valor razonable.

Esta manera de proceder nos recuerda la última de las grandes lecciones de este 2020: la importancia de desarrollar convicciones de inversión. Es esta adhesión a unos principios, que incluye conocer la solvencia y la calidad de las empresas en las que invertirnos, es lo que luego permite navegar con garantías de éxito en los mercados financieros.

Este pasado año, en definitiva, refuerza el mensaje de que lo que realmente es irreversible en una cartera es el riesgo de insolvencia, derivado de tener activos con poco crecimiento, mal gestionados, altamente endeudados o con problemas a la hora de generar flujo de efectivo. No tanto la siempre incómoda volatilidad, mucho más inocua de lo que pensamos.

En el actual escenario de excesos de liquidez, automatización de la gestión, auge de la inversión retail no profesional, y persistencia de tipos de interés extraordinariamente bajos, seguramente veamos más periodos de volatilidad que nos devuelve al convencimiento de llevar a cabo una excelente y rigurosa selección de compañías, actividad a la que seguimos entregados.

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